Hace poco estuve visitando a mi abuela en el centro geriátrico que Benviure tiene en Barcelona. La verdad es que allí está de maravilla, la cuidan muy bien y le dan las atenciones que nosotros en casa no le podemos proporcionar porque estamos todos hasta arriba de trabajo. Tenerla sola en el piso mientras nosotros pasábamos el día fuera no era una opción, mientras aquí podemos visitarla siempre que queremos y ella se encuentra feliz porque ha hecho muchos amigos con los que comparte aficiones, conversación e intereses. En el caso de mi abuela, su pasión es la fotografía.
Y yo siempre la recuerdo así. Desde que era muy pequeña tengo la imagen de mi abuela detrás de mí con una cámara haciéndome fotos. A mí, a mis primos, a mis hermanos, a los paisajes… Ella era siempre la que inmortalizaba todos los momentos en vacaciones y también en familia. De hecho, si buscas una foto de algún cumpleaños es posible que la única que no esté en ella sea mi abuela. Y no porque no acudiese, sino porque no soltaba la cámara en ningún momento y siempre estaba detrás de la misma.
Una de estas últimas veces que fui a verla me comentaron algunas de las cuidadoras que la veían algo decaída, y es que había fallecido una de las personas con quien mejor se llevaba en esta nueva etapa en el geriátrico. Había hecho muy buenas migas con una señora moderna como ella con la que había coincidido de muy pequeña en el colegio, tanto que no lo sabían hasta que empezaron a hablar allí y a conversar sobre estos momentos. Fue entonces cuando los miembros del equipo de Benviure me comentaron que se sentía muy sola (uno de los principales problemas de la gente anciana) sin esa amiga y que precisaba de nuevos alicientes, que si sabía de algo que pudiese hacerla sentir más alegre.
Llegué a casa y lo hablé con mi familia, y todos llegamos a la conclusión de que debíamos llevarle la cámara de fotos que siempre usaba. No lo habíamos hecho en un primer momento ya que no creíamos que allí fuese a haber nada de su interés para fotografiar, y quizás porque ya la veíamos algo mayor para este tipo de actividad.
Y nada más lejos de la realidad. Mis padres fueron los siguientes en ir por allí a dejarla la cámara y la semana pasada nos llamaron del centro para decirnos que había sido la mejor idea del mundo. Mi abuela vuelve a estar activa y fotografía incluso las partidas de cartas con sus compañeros de geriátrico y las hermosas flores del jardín.
Lo hablamos unos días después con el médico y nos explicó que este tipo de actividades sirven para tener a los mayores al pie del cañón, para que no se sientan envejecer, sino que se mantengan activos. Lo que es muy conveniente, ya que en caso contrario envejecen mucho antes.
La fotografía para activar los recuerdos
Pero no solamente el hecho de fotografiar mantiene a los mayores activos, sino que también les ayuda ver fotografías de tiempos anteriores, tanto recientes como recuerdos muy lejanos en el pasado. De esta forma su cerebro se activa buscando información y se mantienen atentos. Asimismo, nosotros también podemos fomentar este tipo de ejercicio mental al preguntarles acerca de las personas que salen en esas imágenes o tirarles de la lengua si vemos que se pueden arrancar a contar alguna historia de aquella época. Eso sí, debemos tener en cuenta que a veces los mayores no lo pueden recordar todo, no tienen la misma facilidad ni las mismas facultades que nosotros. Es por esto que quizás hacerles muchas preguntas sobre una escena de la que vemos que tiene lagunas les pueda poner nerviosos o hacerles sentir mal si ven que no son capaces de recordarla. Nosotros tenemos que saber detectar que puede ocurrir esto y frenarlo a tiempo antes de que resulte una actividad desagradable para ellos.